martes, 15 de diciembre de 2015

FIN DE OTOÑO





En el huerto, con la puerta de dos hojas abierta solo a medias (cerrada la mitad inferior), sentada tras la mesa que en invierno es más compañera que en el resto de las estaciones, este cercano fin de otoño se presenta diferente. Fuera sopla racheado un viento que mueve y hace caer las pocas hojas que le quedan al cerezo y flamea una bandera que no lleva consigo la carga de ninguna frontera. Los jóvenes guisantes, de apariencia tan frágil, se aferran a sus guías como si les fuese la vida en ello, que les va...si el viento los quiebra, pero resisten, engañándole, con sinuosos movimientos sin soltarse. Las habas se contonean, los puerros saludan con sus muchos brazos y las pequeñas lechugas parecen no inmutarse por nada. Y hay fresas todavía, ilusas, que el sol ya no llega para madurarlas y los grelos llenan de pétalos amarillos los bancales, como si fuesen mariposas. Llueve también, de rato en rato o de nube en nube y el repiqueteo de las gotas en el tejado hace que instintivamente me encoja y me proteja, supongo que intuyendo el frío en mis genes.
Huele a setas aquí dentro y a leña y a ceniza, y me sabe el día a avellana del viejo avellano que ha vuelto a revivir recuerdos de infancia...y de infancia va a llenarse también el año que termina y el que comienza, porque nacen niños que me tocan cerca, y será por eso que todo me sabe tan dulce ahora.
Pero no todo es melaconlía otoñal y paisajes bucólicos, también el próximo inverno traerá despedidas, que todo se acaba, como todo en la vida y la vida misma. Se va el calor, se van amigos, se va el color de los tomates, se van las hojas del caqui y de los liquidambar, se van los niños de vacaciones... Y que no me digan que todo es cíclico, también las estaciones...que eso no afloja la parte de tristeza y desasiego que a veces se instala entre mis canas...Sin embargo, feliz día y felices también los que vendrán