Me gusta el color de su pelo y más ahora que es el suyo, sus ojos claros y dulces, aunque cansados.
Me gustan sus manos cuidadas y suaves, la infinita ternura de sus abrazos y el calor de sus labios.
Me gusta su cuerpo esbelto, su manera de caminar siempre erguida y la cadencia serena de su voz.
Me gusta el rincón de su casa, donde sé que se se abriga de cualquier frío que la aceche y el azul hielo que también sé que le gusta.
Me gusta el silencio del lugar en el que vive y su nido de corcho, que como el corazón a veces, todavía no ha encontrado árbol al que amarrarse ni nadie que lo habite.
Y me gusta, sobre todo, recordar que un día ya lejano, se acercó con intención de quedarse y ya nunca volvió a irse...
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