Jugadas del subconsciente: no llevaba las llaves.
Quise darme la vuelta, sólo con lo puesto, hacer kilómetros e ir a buscarte. Necesitaba tu abrazo lejano, pero encontré un amanecer azul y frío al traspasar la puerta.
Más tarde desenfundé el teléfono, como quien se defiende con un arma y sonaron sus voces pequeñas prometiendo abrazos mañana y el sol entró a raudales, inundando la casa. Ahí ya no dolieron las ausencias, huyeron las soledades que hieren, no quedó más que la apacible espera, el cansancio y el hambre insaciable de besos.
Feliz día.
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