Suspiró mirando las crudités que se había preparado para acompañar el vino, levantó la copa, que afortunadamente no se había roto y se sirvió de nuevo. En ese momento el perro se acercó a olisquear el vino del suelo y le dio un lametón curioso, al que siguió otro goloso y ella no puedo evitar sonreir y hablarle:
-Vaya, muchacho, no tienes mal gusto, es un buen vino...Salud, amigo.
Pensó que tal vez no estaba bien haberle dejado, pero bueno, tampoco era para tanto e inmediatamente se distrajo con la música. Hummmmmm, cómo sonaba de bien aquel saxo! Siempre le ocurría lo mismo, otra vez aquel recuerdo de un profundo olor a tierra y en la boca un sabor entre dulce y salado que conocía muy bien y que nuevamente le arrancó otra sonrisa.
En el rincón limpio de la mesa, acercó el ordenador, que milagrosamente sólo tenía unas pequeñas salpicaduras y se puso a escribir...
"La copa se cayó, sin..."
No tenía importancia, las copas, los vasos, las cosas, se caen miles de veces, pero hay momentos en que pueden ser un comienzo...y aquí empieza una historia.
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