viernes, 15 de julio de 2011

DESDE EL CAPARAZÓN DE ESTA TORTUGA

Después de muchos meses con la horrible sensación de estar en el centro de un maldito huracán, ya puedo sentarme y observar lo que me rodea sin la angustia del vértigo. Todo va encontrando su lugar, incluso las personas.
Las cosas están donde quiero que estén, casi todas, por que la vida es también cambio y nada permanece inamovible para siempre. ..Aquel libro en aquella estantería, esta piedra egipcia sobre estas viejas notas o los nuevos pinceles junto a los menos nuevos….Este cuadro en esta escarpia, aquel dibujo que no se mueva de ese cajón y un último pañuelo que ya no se donde colgar…La casa es por fin un lugar apacible, cuya memoria se hace cada día, donde los recuerdos son sólo de ayer y nada me conmueve al doblar el pasillo, salvo la risas de mis hijos o una marioneta olvidada cuando me faltan.
Mi casa, nuestra casa –no tiene que ser ni un palacio ni un castillo, sino como es, cálida, razonablemente cómoda y con la puerta siempre abierta a la sorpresa, a la alegría y a los amigos, pero impenetrable por el desaliento, los delirios de algunos o las ganas de bronca.
Y las personas….las personas, que también se han visto atrapadas en ese mismo huracán, simplemente por cercanía afectiva…ese sí que ha sido un recoloque que me ha mantenido con cierta tensión, aunque he de confesar que no me han sorprendido demasiado los resultados. Algunas han salido de mi vida como despedidas, como lanzadas al exterior con mucha prisa, casi como entraron en ella, pero han sido las menos, y sin embargo otras personas no han fallado, como siempre se han mantenido firmes y constantes a mi lado (quiero pensar que no sólo por cariño, sino también en la certeza de que yo haría lo mismo por ellos, sin dudarlo) , incluso sospecho que los vínculos han salido más fortalecidos todavía. Eso en cuanto a las que venían ya adheridas al viejo caparazón de esta tortuga, por que hay nuevas y muy valiosas adquisiciones, que han hecho mucho más fácil este tiempo de reconstrucción personal y de deriva inevitable, acompañándome y dando apoyo siempre que ha sido preciso.
Luego ha habido algún caso que no se sabe si se ha quedado o se ha ido, si es un espejismo o una certeza, que quizá requiera más una despedida que un lugar en este espacio sereno, y no por falta de interés, sino por falta de luz….pero bueno, eso también forma parte del lastre con que viene cargada la vida y que cada cual debe aprender a soltar.
Y esta noche, esta tortuga se calzará sus zapatillas nuevas, se limpiará las gafas, se pondrá una bonito pañuelo al cuello (no sólo, claro, habrá que vestirse) y a la calle pensando…”Qué poco me han cambiado los años, cómo me siguen gustando los tugurios y frecuentar gentes de mal vivir!”….

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