(27 de febrero de 2011)
No necesito hacer ningún esfuerzo
para que las palabras fluyan desde donde nacen,
que no es siempre desde el mismo lugar de mi cuerpo...
y lleguen hasta las yemas de los dedos,
de ahí a las teclas
y por la red maravillosa y perversa
hasta tus ojos de mujer aludida.
Y los imagino abiertos y sorprendidos
o semi-cerrados bajo el ceño fruncido...
dependiendo de cómo y a quién
esas palabras, mercenarias a veces,
se dirijan...
Sin embargo,
cuando todas ellas te pertenecen
es cuando tu silencio se vuelve más elocuente...
Y por eso hoy te lo cuento,
para que sepas...
que sé ...
que lo sabes...
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