Dejadla que restañe sus heridas, que ya no apriete los puños, que afloje ese gesto de dientes chirriando y se serene.
Dejadla que el sueño repare el cansancio, que el desafecto se aleje, que comprenda lo incomprensible o que al menos olvide.
Dejadla que le sean indiferentes algunos silencios cobardes,
la puñalada inmerecida y el tiempo perdido.
Dejadla que vuelva a quererse.
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