Olía a sándalo y a lluvia, el libro había resbalado de sus manos, las gafas mantenían un curioso equilibrio sobre su nariz y al abrir los ojos, por la ventana pudo ver una nube o tal vez un dragón alado. Tampoco importa.
Pensó..."el silencio es lo mejor de esta soledad" y recuperó la postura en la butaca. Tomó de nuevo el libro, se levantó y se fue hacia el dormitorio, con el cuerpo dolorido, los pies cansados y el corazón latiendo suave y tranquilamente, pero antes de abandonarse a esa cama que cada día le parecía más grande, se dejó a si misma una nota a modo de recordatorio: mañana, cambiar el calendario.
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