jueves, 24 de noviembre de 2011

LUZ

Paso cada día, por necesidad, que no por placer, frente al mismo edificio. Cada día, inconscientemente, he mirado las ventanas de uno de sus pisos y sólo hoy he reparado en el detalle de que SIEMPRE tiene echadas las persianas.

Es esta una casa que conozco bien, como conocía a quienes vivían en ella y como conozco a quien sigue allí todavía. Digo "sigue" y no "vive", porque empiezo a pensar que lo suyo no debe ser vida, al menos no como yo la entiendo.

La persona que habita ese lugar que me es tan familiar y con quien coincido alguna vez...es...está...se ha convertido -no encuentro las palabras- en un ser silencioso, reservado, casi huraño en algunos momentos...infeliz y sin luz, sin luz como su casa. Y es que claro, en un lugar donde nunca entra el sol...difícilmente entrará algún instante de felicidad. Es mi opinión, por supuesto, o sea, la de alguien que necesita la luz tanto como el aire. Por eso me gustaba tanto Madrid (contaminación aparte).

Pues eso, que por enésima vez confirmo que, los espacios que habitamos son un fiel reflejo de quienes somos y como nos sentimos. En mi casa las ventanas están abiertas, hasta el punto de que, ni de noche suelo acordarme de cerrar las persianas y cada día la luz inunda sus rincones, y yo, como mi perro, me siento cuando puedo al sol y todo se me hace mucho más feliz y llevadero.

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