miércoles, 29 de febrero de 2012

TUYO, TUYA

Te cuento, mientras los días se nos pierden, como van yendo las cosas. Mis proyectos, mi cansancio, mis momentos, tus ausencias....

Te cuento, a menudo atropelladamente, que me muero por verte, que me puede el tiempo, que me ganan las ganas, pero que aquí sigo, que mañana quizá llueva y que hace ya demasiadas lunas desde aquello. Ya tu sabes..., aquello.

Te cuento, sin falso pudor ni doblez alguna, lo que te haría y lo que sueño -tu mano, apenas rozando la mía, en un viejo cine, viendo "Chico y Rita"-....

Te cuento a que me hueles y a que me sabes o como siento tu piel y como se me eriza el vello.

Te cuento mis cañas, mis insomnios, algunos malos versos, las curvas de mi calle, el color de mis zapatos. Te cuento al fin, mis andanzas y ahora también mi "malandanza" y además hoy, también te lo dejo por escrito, para que así no se te olvide.

Un beso largo y sin cuento.

Ana

viernes, 24 de febrero de 2012

SIMPLEMENTE...

Hace pocas noches soñé que estaba reparando redes y que, de repente, me levantaba y lanzaba la red al mar...

Curiosamente el sueño volvió a repetirse, aunque no de manera idéntica. Esta vez me encontraba a bordo de un pequeño velero y sobre la cubierta seguía con mi faena de reparar una red. No había nadie más, ni siquiera otros barcos a la vista, pero sí veía tierra desde la popa al acercarme al timón.

Luego recuerdo que ponía rumbo a la costa, sólo con la ayuda del viento en las velas y acto seguido lanzaba la red por la amura de babor, pero no para desprenderme de ella, sino para pescar, cosa que jamás he hecho en realidad (pescar con caña sí). Después regresaba al timón y sentía el viento en la cara y en las manos, mientras veía ponerse despacio el sol.

Hay lagunas, claro, como suele suceder con los sueños, pero de lo último que recuerdo es muy vívida la sensación de alegría al recoger la red....con una pesca sorprendente. No había ni un solo pez, estaba llena de libros, de sonidos y de rostros familiares...

No sé que más pudo ocurrir luego, si es que no cambié de historia, pero bueno, lo escribo para no olvidarlo, simplemente...

jueves, 23 de febrero de 2012

COMIENZO, pág. 5

-Si?
-Buenos días, Ana. Te he despertado?
-No te preocupes, tenía que ponerme en marcha. Dime...
-Sigues con tu proyecto de la novela?
-Ya no es un proyecto,  he empezado hace unos días, aunque no sé muy bien a donde me llevará en realidad...
-Hummm, bueno, pero algo más podrás decirme..., algo para venderle tu idea a mi jefe...
-Pues no, todavía no. Te agradezco el interés, pero ya te dije cuando hablamos que esto no tiene fecha ni trama ni nada, es un sueño, nada más y si un día realmente toma forma...quizá volvamos a hablar de ello.
Oye, venga, que tengo que espabilarme. Te llamo esta noche o mañana...
-Ana...
-Quééééé....
-Cuándo volveremos a vernos?
-Paula, guapa, que no tengo la cabeza para tonterías.

Y colgó. 

En pocos minutos estaba lista para irse al trabajo, sin desayunar y corriendo hacia el garaje. 

Antes de poner en marcha el motor de su pequeño volkswagen,  revisó la agenda y arrancó pensando en Paula. Constante, a veces impaciente, siempre dispuesta Paula. Se conocían hacía mucho tiempo, compartían confidencias, risas, lágrimas, atracción...pero ella no acababa de decidirse, nunca encontraba el momento de pensar seriamente en ello...en lo que Paula esperaba y en lo que Paula le ofrecía. En el fondo era el miedo lo que la mantenía fría, el que la obligaba a estar siempre alerta y con la respuesta pronta para evitar tomar ninguna decisión. El miedo a enamorarse, a equivocarse, a no ser correspondida? Miedo a qué? Sacudió la cabeza enfadada, como si con esas sacudidas pudiera sacudirse también sus propias contradicciones...Me muero por abrazarte, pero salgo corriendo...Ahhhhh. Encendió la radio y las noticias la devolvieron bruscamente al caos diario, al caos y a la rutina.

Ana se aburría mortalmente en aquella oficina tan moderna, tan de diseño, tan inhumana y desempeñaba su labor con la más insoportable de las desganas, aunque sí le reconocía algunas ventajas: tenía un buen sueldo, sobre todo teniendo en cuenta los malos tiempos que corrían y además podía incluso escribir a ratos, desconectarse del monótono devenir de las horas. Eso pensaba cuando se le acercó su jefe.

-Ana, antes de irse, por favor, pásese por mi despacho para ultimar los detalles de su viaje,

A principios de año habían abierto su primera sucursal en Brasil, después de años dudando en lanzarse  a la aventura transoceánica, pero los nuevos aires de bonanza en el gigante americano terminaron por convencer a la cúpula del Banco y ella había desplegado todos sus argumentos y todo su currículum para hacerse oír . Tantos meses invertidos en el empeño y lo había olvidado, era incomprensible, pero nuevamente apareció el recuerdo de Paula. Pensó que sería bueno para ambas un tiempo de distancia, de no verse y reflexionar sobre sus sentimientos y sobre el deseo, que también estaba ahí, inevitablemente presente, pero ese pensamiento la llenó de angustia, así que con un sencillo gesto recuperó la pantalla donde Mario, sentado en el faro, la seguía esperando....





COMIENZO, pág. 4

"Abrió los ojos y se encontró con la noche ya muy avanzada. Se levantó con cierta torpeza todavía, con las piernas adormecidas por las muchas horas sentado y se asomó a la ventana. La calle vacía y silenciosa le pareció más fea que de costumbre, mientras cayó en la cuenta de que no recordaba donde había aparcado su viejo coche, el que volvió a poner en marcha cuando se quedó solo.

Se desperezó camino del baño, donde simplemente se lavó las manos y la cara, se miró y se cercioró de que su barba casi blanca era ahora más suave, después de tantos días sin afeitarse. En el dormitorio rebuscó en el cajón de la mesilla algo de dinero, lo  metió en el bolsillo y sin cambiarse siquiera de camisa decidió salir a dar un paseo. Cerró la puerta con cuidado de no molestar a los vecinos y bajó los cuatro pisos por la escalera.

El aire de la madrugada era frío, pero no le importó y encendió un cigarrillo. Al empezar a caminar por la acera se reconoció reflejado en el cristal de la pequeña tahona donde solía comprar el pan y pudo comprobar que tenía un aspecto realmente malo. No sólo estaba descuidando su trabajo, que en tiempos fue además su pasión, también su aspecto era decadente, no, más que decadente, sucio, pero se encogió de hombros y siguió calle abajo. Al llegar al primer cruce el frío se intensificó a causa de la brisa y mirando a su izquierda, sin levantar demasiado la cabeza, sus ojos tropezaron con unos tacones y unas piernas. Era June, la puta del tercero. Muchas noches la escuchaba volver, sus pasos lentos en la casa, de mujer cansada y luego el silencio. Se saludaron apenas con un gesto, ella retomó los pasos de él y él descendió sobre los de ella, rumbo al paseo marítimo, al mar, como siempre, al mar.

Empezaba a amanecer cuando llegó hasta la punta del faro, como solía ocurrir desde hace más de dos años. Dos años de vida insomne, baldía y solitaria, dos años sin ti, pensó. Dos años y un día, como una condena, una sentencia de muerte sin fecha de ejecución, eso es mi vida, murmuró en voz alta sentándose con la espalda apoyada en la base del faro.

Entre todo lo que había descartado de sus días estaban también los relojes. Una mañana de ira había metido en una bolsa de basura el despertador, los relojes de pulsera y un par de ellos de pared y los había lanzado dentro del contenedor con cuanta fuerza le fue posible, de modo que ahora no sabía nunca la hora, ni preguntaba por ella. Comía si tenía hambre, dormía si tenía sueño, que era muy raramente y escribía o mejor, intentaba escribir, siempre que era capaz de salir de su ensimismamiento, lo cual era cada vez menos frecuente. Sin embargo, esta mañana recordó la llamada de su editor y consciente de que no tenía nada que ofrecerle decidió que empezaría a escribir, en ese mismo instante, su último libro y no sería una novela ni un ensayo ni un cuento. Escribiría un libro de poemas, todos los poemas que siempre tuvo miedo de llevar al papel y después, después pondría fin a aquella sinrazón. Se lo debía a si mismo, se lo debía a los dos.

Le sacó de su dolor una mano apoyada suavemente en su hombro y una voz del pasado...

-Mario...?"

viernes, 17 de febrero de 2012

EL FINAL DE UN SUEÑO



(Nuestra hija recién nacida y sus manos..., en la terraza)

Mi casa, nuestra casa, pasará en pocos días, por la nula magia de una firma y un intercambio de dinero, a formar parte de la nebulosa de los recuerdos.

He revisado mentalmente las fotografías de sus rincones, mis dos hijos recién llegados a ella, los primeros gateos de Leire en la terraza, intentando comerse la menta de las macetas, las fiestas con los amigos o mi abuela Aurora dormitando al sol de mayo. Las noches con mi amor, charlando o queriéndonos o en silencio bajo las estrellas, por que sí, en nuestra casa, a pesar de ser Madrid, se veían las estrellas...y de ello pueden dar fe quienes compartieron tantas noches con nosotras.

Me acuerdo del placer de colocar cada cosa en su sitio, de la reforma que viví cada día amparada en un bastón, del buen sexo en el salón, en la cocina, en el baño, en la terraza o en la cama. No me olvido de las siestas, primero en pareja, luego en un trío, con la niña, sobre mi pecho y su cabeza siempre pegada a mi barbilla y al final, el cuarteto completo, en el sofá y en acoples imposibles.

Una se cree inmunizada de las propias emociones, pero no es cierto, aquí están de nuevo todas las sensaciones: su cálida piel al abrir los ojos cada mañana, su olor, su sabor, sus manos, su voz...su risa.
Los niños, las noches sin dormir, las angustias del trabajo, los paseos por la Dehesa de la Villa, la pequeña tienda de la plaza, el estanco, la droguería. Tomás, Carmen, Marisa, Raquel, Almudena, Eduardo, Daniel, Flora, Iria, Eva...La casa, nuestra casa.

El lunes, 20 de febrero, a las doce de la mañana, firmaremos el final de un sueño.

miércoles, 15 de febrero de 2012

A SANTIAGO VUELVO




Tener niños pequeños, en la edad que tienen ahora los míos, ocho y seis años, es para mi un viaje constante por la propia memoria. Si yo fuese más joven, probablemente no me ocurriría lo mismo o no exactamente, porque me faltaría la perspectiva del tiempo y el tiempo también, para observarles crecer como lo hago. Si algo me han dado los años en más paciencia, más serenidad y más ganas de no perderme nada de lo que ocurre a mi alrededor, pero sin la prisa de la juventud. Aunque tampoco me siento demasiado mayor...

Ayer, el más pequeño me ha pedido una fotografía de Rosalía de Castro para llevar al colegio y después de bucear entre los libros no encontré ninguna, pero recordé un especial de una revista, de marzo de 1985, editada para la celebración del centenario de la escritora, de donde podría fotocopiar una. Fue fantástico, al hojearla con el fue como dar un salto 26 años atrás...a los días de estudiante en Compostela. Como además Santiago es una ciudad a la que vuelvo con toda la frecuencia que puedo, porque me tiran los recuerdos y los afectos que siguen en ella, terminé la noche de paseo imaginario por sus rincones: las tardes de lectura, al sol, en la plaza de la Quintana, las campanadas de la Berenguela, las cuestas desde la calle del Olvido, donde vivía, hasta el centro, los besos robados junto a la Colegiata del Sar. Las mañanas de clases, las conferencias en Filología o en Historia, la biblioteca, los vinos de mediodía en el Franco y más de una siesta en los bancos de la Herradura.

Ahí siguen, sin que los años los emborronen, los rostros de las personas queridas, Pura, Rosa, Mendiño, Manolo, María, Cris, Rousi, Javier, Chus.

Todavía está fresca la memoria de las interminables noches por los garitos, el Modus Vivendi, la Borriquita, el Tarasca, el Metate, las Crechas, el Fuco, algún caldo reconfortante en la rúa de San Pedro,...uff, fines de fiesta en la Fontana o en el Black...En fin, un placer, como siempre.

lunes, 13 de febrero de 2012

HASTA LOS MISMÍSIMOS OVARIOS!!!

Estoy hasta los mismísimos ovarios del calentamiento global y de esta mierda de invierno, de la nueva reforma laboral, de mi vecina del tercero, de los escalofriantes datos del paro, de lo que está pasando en Grecia o Portugal, de que quieran descasarme (que divorciarme ya lo he hecho yo) e impedir que otr@s puedan disfrutar de mi mismo derecho.

Estoy asqueada hasta la náusea de Botellas, Gallardones, Aguirres, Marianitos y Josemarías, de reconocimientos a fascistas y olvidos en vez de memoria, de que tu puedas abortar porque tienes pasta y yo que no la tengo, reviente, de chorizos a la calle y jueces a la trena.

Estoy hasta el rabillo de la boina de que nos recorten el sueldo y sigan engordando los mismos cerdos, que como vulgares "descuideros" vayan privatizándonos la Sanidad y que la Educación Pública les importe un bledo, que la cultura se la pasen por el forro de los huevos y ahora que no queremos corridas, nos toreen más que antes.

Estoy indignada doce millones de veces cada día, con cada una y cada uno que ayudaron a colocarnos este regalo envenenado y sobre todo estoy muy indignada con que NO HAGAMOS NADA, QUE NO SE NOS OIGA BIEN ALTO, QUE POR MUCHO QUE NOS AMEDRENTEN NO QUEREMOS RESIGNARNOS. De verdad, estoy hasta los mismísimos ovarios!!!

COMIENZO, pág. 3

Tras la cena, enfrascada en la lectura de un viejo poemario de Maiacovski, sí, nada propio para acompañar una comida, vino el momento más placentero del día, ducha tranquila y lavarse los dientes. Por la mañana detestaba ir con prisas o tener que robarle minutos al sueño -tan escaso y tan frágil siempre- levantándose más temprano, así que mejor ducha nocturna y al día siguiente poder disfrutar del desayuno sosegadamente.

No podía entender el afán de algunas personas por tener muchos baños en sus casas y además de enormes dimensiones. Le parecía mucho mejor que fuesen manejables, es decir, no un gimnasio por el que correr a uno y otro lado, buscando las cosas. Ademas con el exceso de tamaño perdían en algo tan básico, para ella, como era la intimidad y la calidez de los espacios humanizados, o sea, aquellos en que apenas dando uno o dos pasos y alargando el brazo podías alcanzar todo lo necesario. Por eso le gustaba su baño, donde sus ojos y sus manos encontraban todo.

La ducha fue más bien breve, pero a la liturgia del cepillado, como siempre, le dedicó su tiempo. Le gustaba poner la pasta en el cepillo y sentarse en un taburete alto que había en una esquina y ahí, tranquilamente seguir el proceso mil y una vez repetido, mientras su cabeza, que no se detenía nunca, seguía elaborando juegos de palabras...

Curiosamente, pese a no ser nada disciplinada y muy poco metódica, en esas últimas horas de la jornada, tendía a repetirse...En el dormitorio, siempre, siempre se echaba sobre la cama sin abrir, unos minutos, boca arriba mirando al techo, decidiendo en que emplear sus ya mermadas energías. Luego, sentada peligrosamente al borde -más de una vez había terminado en el suelo-, se despojaba del albornoz y se ponía una simple camiseta, de esas que ya no pondría para ir a la calle, pero que sentía deshacerse de ellas. Pues sí, una simple camiseta, sin nada de ropa interior y en verano, ni siquiera la camiseta. Le gustaba sentir las sábanas en la piel y si había suerte, la piel de quien la acompañase alguna noche.

Ya arropada y con su cuaderno inseparable, regresó con Mario.

"El timbre del teléfono le arrancó de la siesta y le hizo dar un salto, nada ágil, desde la butaca frente a la ventana hasta descolgar el auricular.

-Si?
-Mario?
-Sí, Enrique, soy yo, quién iba a ser si vivo solo...Dime.
-Cómo que dime? Dime tu!!! Llevas semanas sin dar señales de vida y en mi mesa no veo nada de nada, ni un mal proyecto. Nada.
-Los editores sois como pirañas, ni la más mínima consideración, para vosotros no somos más que máquinas de hacer libros...
-Consideración? Dos años de consideración, de paciencia, de...de aguantar lo inaguantable. Si no te pones las pilar YA, acabaremos por rescindir el acuerdo. Esto no en una ong y no podré garantizarte ni un euro más. Tu decides.
-Ok, Enrique, alguna otra cosa? Pasaré a verte con algo una de estas tardes.

Y colgó. Volvió a la butaca y se perdió en la fachada gris del otro lado de la calle."

La última línea apenas podía leerse, ya Morfeo con su dulce abrazo le hacía cerrar los ojos y el lápiz se soltaba de sus dedos, rodando por la cama.

(...)


domingo, 12 de febrero de 2012

COMIENZO, pág. 2

Han pasado varios días desde el banal incidente del vino, pero volvió a recordarlo al ponerse frente a su Mac, todavía con salpicaduras y eso la distrajo momentáneamente de su idea original, que en el fondo no era más que lo de siempre, hacer una especie de backup de su cerebro y a veces, también emocional. Había que hacer hueco en el disco duro, pero sin riesgo de perder información y sobre todo, para no permitir que el tiempo modelase a su antojo los recuerdos o las ideas cuando fueron concebidas.

Dio un soplido a los rizos que se empeñaban en caer sobre sus ojos, colocó los dedos en las teclas y decidió que sería mejor ponerse con la novela, aunque la disciplina no era precisamente una de sus virtudes.

"Después de haber perdido, probablemente, a la persona que más había amado en toda su vida, las horas se le iban en absurdas cavilaciones, en paseos sin destino y en imaginar mundos que no eran el suyo, ten tedioso, tan vacío y tan desolador. Nada parecía tener demasiada importancia y además se reconocía cobarde. Una solución hubiera sido un disparo en la sien, pero no tenía armas, o una soga, pero los cadáveres de los ahorcados siempre le habían parecido poco estéticos, sobre todo para quien tenía la desgracia de encontrárselos balanceándose suavemente. La opción de tomarse un número indefinido de pastillas, como para dopar a un elefante, la había considerado seriamente, hasta el punto de acumular cuanto fármaco fue capaz de encontrar por su casa, pero tampoco, porque...¿y si en lugar de morirse se ponía fatal o peor aún, y si se moría, pero tras una insoportable agonía?. No, el suicidio no era una buena solución. También para eso se sabía cobarde."

Suspiró tan profundamente, que incluso la devolvió a la realidad de la incómoda silla, del portátil y de las entrañas reclamando algo de cenar. Aunque tal vez no fuese hambre, ya que la noche anterior había sido de excesos varios y lo más probable es que su pobre estómago siguiese
lamentando la salida...Eso sí, sólo el, porque el resto de su persona había disfrutado casi todo el tiempo. En realidad lo malo llegaría por la mañana -madre mía, qué mañana!-, resaca, sueño...en fin, esos pequeños peajes que hay que pagar después de algunas juergas.

Una sopa caliente y algo de fruta serán suficientes para recuperar el tono, pensó, mientras trasteaba por la cocina y de repente se acordó de que el protagonista de su novela no tenía nombre e igual de súbitamente, un nombre acudió directamente a su boca: Mario, un escritor hábil, pero frustrado.

Hummmm, Mario. Mediana estatura, pelo entrecano, rozando los cincuenta, de aspecto indolente, una indolencia impostada, que en realidad era un mero disimulo del dolor de su propia soledad.
Mario, inseguro y cobarde...Sí, quizá podía ir pensando también en el título, tal vez..."Mi vida sin Mario", o no...

(...)

miércoles, 8 de febrero de 2012

COMIENZO


La copa se cayó, sin motivo aparente, derramando el vino sobre la mesa, tiñendo de morado el periódico y los papeles con sus notas. El resto del líquido dibujó sobre el blanco de la mesa curiosas formas, para terminar goteando en el suelo con un audible tin...tin...tin. Ella no se inmutó. La prensa se merecía eso y más, con aquellas noticias siempre tan desalentadoras y, en cuanto a sus notas, tampoco tenían demasiada importancia, eran apenas unos apuntes para un cuento, una lista de cosas pendientes, unos garabatos distraídos...

Suspiró mirando las crudités que se había preparado para acompañar el vino, levantó la copa, que afortunadamente no se había roto y se sirvió de nuevo. En ese momento el perro se acercó a olisquear el vino del suelo y le dio un lametón curioso, al que siguió otro goloso y ella no puedo evitar sonreir y hablarle:

-Vaya, muchacho, no tienes mal gusto, es un buen vino...Salud, amigo.

Pensó que tal vez no estaba bien haberle dejado, pero bueno, tampoco era para tanto e inmediatamente se distrajo con la música. Hummmmmm, cómo sonaba de bien aquel saxo! Siempre le ocurría lo mismo, otra vez aquel recuerdo de un profundo olor a tierra y en la boca un sabor entre dulce y salado que conocía muy bien y que nuevamente le arrancó otra sonrisa.

En el rincón limpio de la mesa, acercó el ordenador, que milagrosamente sólo tenía unas pequeñas salpicaduras y se puso a escribir...

"La copa se cayó, sin..."

No tenía importancia, las copas, los vasos, las cosas, se caen miles de veces, pero hay momentos en que pueden ser un comienzo...y aquí empieza una historia.

martes, 7 de febrero de 2012

CUMPLEAÑOS

Con las manos apoyadas en el lavabo y el agua corriendo, se observó en el espejo, como si no se reconociese y pensó: Treinta años hoy. Treinta años y todavía en el minúsculo apartamento de mamá, con una mierda de trabajo, siendo la única mujer y soportando cada jodida mañana el mismo estúpido comentario a la hora del café, "nena, qué mala cara tienes, cuánta falta te hace una buena p....".

Sintió como se le aflojaban las rodillas, como si fuese a caerse, cuando una voz la sacó bruscamente de aquella pesadilla:

- Laura, por dios, muévete o no llegarás al trabajo. Venga, yo te pongo el desayuno!

(Oh, no, siempre lo mismo)
- Mamá, para qué insistes, si sabes que no tomaré nada? Vuélvete a la cama.
Respondió haciendo un enorme esfuerzo por no gritar.

La voz de su madre se perdió en la cocina. Inútil, era absolutamente inútil cambiarla, así que cuando apareció vestida, con el abrigo y el bolso y el inevitable cigarrillo entre los dedos, se acercó, la besó en la mejilla y añadió el latiguillo habitual:

- Lo siento mamá, me voy ya o no llegaré.

Mientras cerraba la puerta de la casa, todavía la escuchó con su letanía, "siempre igual, siempre igual, esta chica se va sin desa..." Plom, Y se fue.

Después de comer en las cercanías de la fábrica, mientras volvía a su puesto fumando el mejor cigarrillo del día, sonó su móvil. Era su madre para felicitarla, que con el apuro de la mañana se le había olvidado.

- Gracias, mamá. No, no cenaré en casa. Sí, lo celebraré tomando algo con la gente de siempre.
Ah, mamá, si se hace tarde quizá se quede a dormir Lucía. No, mamá, dormirá conmigo, que ese sofá es mortal. Que no, no le importará. Vale, un beso, mamá, no me esperes despierta y por favor, por la mañana no olvides que es sábado y déjanos dormir...Adiós.

El resto del día transcurrió sin sobresaltos y la cita nocturna se resolvió como de costumbre, unas cañas, picoteo, regalos y unas copas en el pub de unos amigos, donde acabaron bailando hasta muy tarde. Al final se quedaron solas, Laura y Lucía, y como estaban muy cerca, regresaron caminando mientras casi amanecía.

Después de todo, no ha estado mal, pensó, introduciendo la llave en la cerradura. Entraron tan silenciosamente como les permitía el exceso de copas y una vez en la habitación, sin esperar casi a cerrar la puerta, se besaron desesperadamente.

Lucía, un poco mayor que ella y separada de su marido desde hacía tiempo, era su amante justo desde su anterior cumpleaños y nunca la había llevado a dormir a su casa. En realidad nadie había ido nunca a dormir allí. Con su madre siempre al acecho, era imposible tener un momento de intimidad, pero esta vez sí se animó, sin saber muy bien porqué.

Ver a su amante desnuda sobre su cama, por primera vez, le produjo un enorme placer. Se desnudó también ella, sin dejar de mirarla y se recostó a su lado. Milagrosamente fue capaz de olvidarse de todo y concentrarse exclusivamente en los besos y en las caricias de ambas. A horcajadas sobre Lucía, lamió su cuello, sus senos y su vientre. Descendió por sus caderas y entre sus muslos hundió la cabeza, justo en el instante en que la puerta de la habitación se abrió sin previo aviso...Su madre, con la boca abierta y los ojos como platos, las miraba atónita...

- Pero qué es esto, Laura? Qué haces?

Laura, increíblemente, no perdió la calma y sólo separó su rostro de su amante lo necesario para responder a su madre:

- Desayunando, mamá, por fin te he hecho caso. Y su madre se fue con un sonoro portazo.


domingo, 5 de febrero de 2012

NO ES UNA CARTA DE AMOR







El último pensamiento del día y el primero del siguiente son, a menudo, para ti.

La música que me acompaña, las letras que tarareo, las cartas que mentalmente te escribo conduciendo por la ciudad, tuyas son también.

Los ratos que te dedico, las horas en las que te espero, los días en que te extraño, el silencio en que te imagino, las veces que te beso, las noches que duermo contigo: todo es tuyo, o quizá, tuyo y mío.

Aquellas rosas blancas, la luna en cada uno de sus cuartos, el ansia de mar, los paseos por la playa. El teléfono, las fotografías, la suave piel de ese cuaderno que permanece en blanco, las caricias torpes de mis manos ya...no son mías.

Esta voz en dos colores, esta calma tensa, este desasosiego. Estas ganas de encontrarte, estas palabras, sí me pertenecen, amor, pero también te las entrego.

jueves, 2 de febrero de 2012

CURIOSIDAD Y OTRAS PALABRAS

En medio de una conversación la noche pasada, me han dicho que soy como una niña curiosa, que requiero explicaciones aun conociendo la respuesta. Y puede ser cierto, aunque en este caso, reconozco, más que curiosidad era la necesidad de escuchar/leer/confirmar lo que suponía...Aclarado lo cual, añado que espero que esa curiosidad se mantenga viva siempre, porque sospecho que, de perderla, habrá empezado un viaje sin retorno hacia la vejez, o no, ya que en realidad envejecemos desde el mismo instante de la concepción, sería más bien una carrera hacia la decadencia, que haría de la vida una mera sucesión de días anodinos y tristes. Así que espero que sigan llamándome curiosa de aquí hasta el final y que la luz de una mirada inquieta no se convierta nunca en la contemplación muda e inútil de los atardeceres.

Y al hilo de lo dicho, de la búsqueda interesada y nada curiosa de ayer, me reafirmo por enésima vez, en lo necesario que es que nos digan cuánto nos quieren, cómo nos desean -si fuera el caso- o lo importantes que somos para alguien...Está muy bien aquello de, "obras son amores y no buenas razones", pero la realidad es que hay que escucharlo/leerlo de vez en cuando y por supuesto, hacer lo propio con quien corresponda. Y no me vale el manido argumento de que "no hay que decir esas cosas alegremente", lo cual es una obviedad, se dice cuando se siente de veras o de lo contrario, no se dice.