miércoles, 11 de abril de 2012

ROGELIO Y YO

Hace meses me regalaron con uno de los mejores halagos que he recibido en mi vida: "Tu y tu perro hacéis una buena pareja. Os parecéis mucho en todos los sentidos....hasta en los pelos!!!".

En principio no supe exactamente como tomármelo, luego no volví a recordarlo y ahora que ya  él no está pienso en ello más que como un halago, como un honor inmerecido. Es cierto que ambos somos, éramos, puesto que Rogelio se ha ido y yo voy perdiendo también "el volumen" de los últimos tiempos, de aspecto recio, de pelo abundante, blanco y negro él, negro y cano yo.
Los dos de carácter tranquilo y paciente -aunque mucho más él-.
Afectuosos, incluso físicamente -de lametón y abrazo. Sí, sí, también yo soy muy capaz de dar un lametón si el entusiasmo me lo pide y la parte contraria no lo prohibe...- y leales, él sin ninguna fisura y a mi, hasta este mismo instante,  nadie me ha cuestionado en ese aspecto.

Y como digo, sigo dándole vueltas a lo del parecido y me siento pequeña,  diminuta, por que, no sólo en lo que he citado, sino en otras muchas cosas, este amigo excepcional me superaba con creces y además, hablando con mis hijos todavía ayer, sobre la posibilidad de volver a adoptar otro perro, con la esperanza de consolarles, intenté explicarles que son comunes a todos los perros las virtudes que ellos encontraban en el nuestro, pero su respuesta me dejó una vez más sin palabras: "Pero mamá, Rogelio sólo hay uno".
Y tienen razón.




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