jueves, 2 de agosto de 2012

MEDITANDO

En algún momento del día, en medio de un trabajo solitario y cuando lo único que me llegaba era un rumor distante de voces y música, me distraje meditando sobre el mundo de los sonidos primero y luego, también, sobre el de los olores.

Me fascina como la memoria guarda recuerdos de una persona, una circunstancia especial o un momento concreto, asociados a un olor o a un sonido, que puede ser desde una canción al traqueteo de un tren, pasando por el rumor del viento o el estruendo de cristales rotos. No cito estos ejemplos al azar, están impresos en mi materia gris...mil y una músicas relacionadas con instantes de amor y sexo, por ejemplo...o el recuerdo de los viejos expresos de mi adolescencia, en los que viajaba de noche, dormitando, leyendo y escribiendo intermitentemente hasta llegar agotada y feliz al final del viaje. El rumor del viento siempre me lleva a playas en las que estuve y no regresé, a barcos en los que navegué y naufragaron en el océano del tiempo, donde también se ha perdido quien solía acompañarme...y del estruendo de cristales, mas me valdría no acordarme, pero me acuerdo.

En cuanto a los olores, tres cuartos de lo mismo, como el del membrillo en los armarios de mi infancia, a piedra siempre húmeda en Santiago, allá por los veinte años, mi Armani, que es como reencontrarme cada mañana, más joven, más lejos...En fin, esas cosas que a todo el mundo le ocurren, supongo. Pero mucho más me maravilla como una puede relacionar nada de todo eso con alguien con quien apenas se comparten recuerdos, pero es ya otra historia, que le contaré al oído a quien compete...

Buenas noches, al fin, después de una larguísima jornada.

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