domingo, 26 de enero de 2014

POR SI SE CASAN...

No dejo de sorprenderme y no siempre para bien. Ultimamente casi nunca para bien, que no está el país ni siquiera el mundo, para demasiadas alegrías.

Hace apenas unos días, después de una breve conversación acerca de una boda que se está preparando, retomé mentalmente algunos comentarios como..."el braguetazo que daría el novio", "la cruz que le caerá a unos futuros suegros por la cercanía de los otros", "las conveniencias sociales", "los prejuicios"...y otras lindezas que no sólo no han desaparecido de nuestro lenguaje ni de nuestras actitudes, sino que parecen ir reforzándose.

Sudores fríos me entran todavía recordándolo.

Me pregunto qué piensan algun@s, ya que yo también soy madre, cuando se plantea una boda o simplemente el afianzamiento de una relación de pareja de una hijo o un hijo? A qué dan valor? Será que la otra parte provenga de una famila con renombre y poca fortuna o por el contrario, de familia pudiente y dudoso nombre ó nombre y podería unidos ooooo...incluso que venga de donde venga, pero con muuuuuucha pasta.

 Hay casos, por lo que voy viendo, que como mínimo sólo transigirían con mezclar su ilustre sangre con iguales en condición social y dineraria y algunos también que, con tal de poner a las criaturas fuera del confortable paraguas familiar, les importa un pimiento con quien se vayan, aunque reconozco que, desde mi particular experiencia, de esos debe haber menos.

Mis chicos son todavía pequeños y yo ya he dado los primeros pasos al otro lado de la barrera de los cincuenta, con lo cual intuyo lejos cualquier preocupación al respecto -que lo mismo no llego ni a verlo, quién sabe-, pero cuando alguna vez he fantaseado, charloteado con amig@s o hablado con los peques de esta cuestión, lo único que se me ha ocurrido es desear que se enamoren de quien les ame y que quien quiera que elijan sea buena persona (como espero que sigan siendo los mios), se
gane la vida honestamente (también como los mios) y se hagan felices. Por lo demás, la familia de la que provengan, la alcurnia de la que presuman, el capital del que disfruten, la provincia, país o continente de sus raíces, el color de sus pieles, la lengua en la que hablen...no me importa en absoluto y confío en que a mis hijos tampoco les quite un segundo de sueño. Sin embargo sí me preocupan las  cuestiones religiosas y de cultura, cuando estas se encuentran claramente enfrentadas, ya que, por desgracia, la vida me ha enseñado que hay diferencias muy difíciles de conciliar, hasta el punto de romper el más firme de los afectos...Pero bueno, al final, ellos serán quienes decidan y yo quien les apoye hasta donde buenamente pueda y de momento me conformo con seguir haciendo la labor que me corresponde por ahora, que es educarles y asentar en ellos las convicciones en las que creo firmemente y que deseo que les sirvan para ser mejores y más felices y que se casen o no, con quienes ellos quieran.




No hay comentarios:

Publicar un comentario