viernes, 18 de enero de 2013

Ella y ella

Sentadas de espaldas, sin mirarse, una a cada lado de la cama revuelta, con la más absoluta desnudez como argumento...

(ella)-Y ahora qué?, preguntó.

(Ella)-Seguramente...-dudó un instante eterno-, seguramente nada o tal vez...

(ella)-Nada..., murmuró apagando el cigarrillo al tiempo que escuchó cerrarse la puerta.

No era la primera vez, de hecho había perdido la cuenta, a pesar de que siempre, inevitablemente, le temblaban las rodillas al volver a encontrarse, como aquel día en la oscura barra del peor bar posible o una madrugada lluviosa en la heladora estación del tren...o también una mañana de abril, comprando flores a una anciana bajo un soportal. Y tampoco había olvidado una tarde en que el viento robó su sombrero y Ella, como una aparición de enorme sonrisa, se lo trajo de nuevo.

Lo cierto es que habían sido capaces de amarse o al menos amar sus cuerpos y gozar al unísono a cualquier hora, en todas las estaciones del año y siempre se repetían las mismas sensaciones....el suelo como arenas movedizas y el vértigo de verse reflejada en sus ojos, de los cuales no era capaz de apartar la mirada hasta el mismo momento de su partida. Y esta tarde, después de varios meses, el ritual se había repetido: libando de la miel de sus ojos y aferrada a su cintura, había terminado a merced del deseo sin pronunciar ni una sola palabra. Pero ahora permanecía inmóvil en el borde de la cama, desnuda y frágil, preguntándose en voz alta porqué había  tenido que hablar, rompiendo tal vez el sortilegio...

-Nada, murmuró de nuevo. Nada, repitió alzando más la voz, es eso, NADA... nada como un pez contracorriente, nada y alcánzame, nada y quiéreme, nada y arráncame de este mar siempre en movimiento. Nada y dame la calma de tus abrazos y el aire de tus labios. Nada o piérdeme...




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