domingo, 6 de enero de 2013

JUNTO AL CHOCOLATE...

Entrando en la cocina, justo al lado de la nevera, en la puerta de la derecha, donde están los tarros de cristal con los cereales, las galletas, el pan de semillas, el chocolate de los pequeños antojos -negro con menta, naranja o cereza, con leche y almendras enteras....-, allí guardaba también el tarro de las historias por contar. Grande, trasparente, siempre impoluto, con su hermosa tapadera de colores...permanecía mal disimulado detrás de todos los demás. No era una cuestión de esconderlo o protegerlo de miradas extrañas, no, simplemente ese era, según su criterio, el mejor lugar posible: al fondo del armario y rodeado de dulces caprichos.

No recordaba desde cuando ocupaba aquel espacio privilegiado, sólo sabía que aquella mañana le pareció que estaba casi al límite de su capacidad y sin pensárselo dos veces fue retirando, uno a uno, todos los demás tarros que en ese instante eran solamente molestos obstáculos entre ella y el objeto de su deseo, hasta que al fin consiguió asirlo fuertemente entre las manos -no fuese a romperse-, desenroscó la tapadera y lo acercó a los labios para tomar su contenido con avidez, sin detenerse hasta que su hambre y su sed de inspiración quedaron satisfechas, al menos momentáneamente.

Casi de inmediato todas las cosas recuperaron su lugar habitual, incluso el envase vacío, porque sabía que sólo era cuestión de tiempo que de nuevo rebosase y ella sintiese otra vez el ansia de devorarlo. Y así, agradablemente plena, se sentó a escribir.

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