miércoles, 18 de septiembre de 2013

DERECHO AL PATALEO

Mi cabreo de hoy lo es en grado sumo -puntualizo que es de hoy porque ya hace algún tiempo que me cabreo a diario irremediablemete, a pesar de ser un animal de buen humor que además procuro fomentar a mi alrededor-. Leer la prensa, escuchar la radio o ver la televisión me estomaga hasta el hartazgo, no, hasta el cabreo rozando la ira. Las noticias, en su mayoría, sean de ámbito nacional o internacional, suelen ser para quitar el sueño y además, según el color del medio al que se acuda, pueden pasar del uso y el abuso del eufemismo a la hipocresía más evidente, con lo cual no gano para protectores de estómago, calmantes y analgésicos. Encima luego llega lo propio, como abrir el correo o el móvil y encontrarse con que los Bancos, esos que en tiempos de bonanza -de más bonanza, que estos siempre acaban por salirse, no sólo limpios de polvo y paja, sino con pingües beneficios- nos hacían la ola y pretendían convencernos de que nos daban un trato especialísimo por nuestros cuatro cuartos ganados con esfuerzo, ahora nos recuerdan que tenemos un descubierto en cuenta de catorce euros, por ejemplo, por el cual acabaremos pagando cincuenta y cuatro. Ninguna consideración, ningún momento de respiro. Mientras nuestros pequeños o grandes capitales iban y venían por los oscuros túneles de la banca, engordando las arcas de otr@s y dejándonos a l@s demás las migajas -que aun así nos parecían fantásticas-, cuando la crisis (ese ente indefinible al que yo desde luego pondría nombre y apellidos por orden alfabético) pone en jaque a la Gran Economía y a las ya endebles economías privadas, se destruye empleo, nos devoran las hipotecas en cuya trampa caimos cuando aquella evidente burbuja crecia sin parar, como si nunca fuera a detenerse; cuando la educación se desmorona, la sanidad pone en peligro nuestra salud y la  miseria acecha a la vuelta de demasiadas esquinas, los grandes tahúres cierran del todo el grifo y el Estado mira hacia otro lado, silbando, a ver si no nos damos cuenta, mientras tijera en mano, recorta las esperanzas de la mayoría silenciosa.

Estoy muy, muy, muy cabreada y hastiada y si no fuese que tengo que sacar a mi familia adelante y frente a esta pantalla no es donde me busco el pan y la sal (...y el calzado y el techo y los libros del colegio y el dentista y las gafas de los niños -y las mías-, etc, etc, etc )....seguiría ejerciendo uno de los pocos derechos que todavía no han terminado de arrebatarnos: al menos el consuelo del pataleo.

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