jueves, 13 de septiembre de 2012

ESCRIBIENDO

"Ya se habían visto antes, en dos ciudades distintas y mediando muchos kilómetros, pero nadie auguraba un tercer encuentro y sin embargo, un mal viento, una noche de lluvia y una llamada de teléfono pidiendo cobijo volvieron a unir sus caminos".

Ella vivía entonces en una ciudad con historia, no lejos del mar, por cuyas callejuelas y al amparo seguro de sus piedras milenarias, cargaba a la espalda su mochila y como el Atlas de una de sus plazas, un amor en agonía pesado como un mundo.

Ella, la otra, más joven, llegó salobre e inmensa como el mar al que amaba y en el que se perdía en cuanto se lo permitían sus obligaciones y un amor también en horas bajas. Y así, una noche de perros, con todas las gaviotas huyendo del temporal encaramadas en la hermosa catedral empezaba a gestarse una larga e intensa historia de amor. Tan larga y tan intensa que este pequeño blog no sería suficiente para contarla ni contenerla, pero que como cada mes de septiembre, merecía y se merece la ternura del recuerdo del único modo que sé y me sale: escribiendo.




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