viernes, 21 de septiembre de 2012

DULCE EVIDENCIA

No la vio acercarse, sólo sintió el calor de su mano en la cintura y no necesitó más. Hay gestos, sensaciones que nunca se olvidan y eso que ha llovido y nos hemos abrasado al sol...sin embargo, cuánta ternura contenida en un instante, en un pequeño trozo de piel...

Nada entre nosotras dura ya demasiado, pero no importa, es como cuando al pie de una hoguera que ha ardido largamente un leve soplo de viento la avivase de nuevo...y una comprende que nada se muere del todo si una no lo deja morir. Se aprende a vivir con la ausencia y a disfrutar de lo que vamos logrando, esas pequeñas brisas, esos restos de ceniza que se enrojecen un segundo, ese calor, esa mano, esa mejilla, esos minutos en un parque, esa sonrisa cómplice todavía...Y la memoria del deseo aviva también el deseo y es la memoria del amor compartido lo que hace renacer la ternura en una breve e intensa cercanía, que no es nada, nada es y, sin embargo, nos ilumina y nos rinde a la más dulce de las evidencias: no fue un error y realmente valió la pena.



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