viernes, 26 de abril de 2013

PARA MAÑANA, por si no puedo...



Hay momentos y personas (pocas, poquísimas) que llegan a nuestra vida y se asientan en ella como si siempre hubiesen estado ahí y en cuyas manos depositamos quienes somos y como sentimos y en mi caso además, me despiertan la sensación de que les he escrito desde el primer día, antes incluso de que llegasen y antes también de que las palabras tuviesen sentido. Aquellos garabatos en la arena, ya con la edad de alguno de mis hijos, cuando descubrí el mar -tarde, ya lo sé- y que la marea convirtió en espuma, poemas de sueños de adolescente que nunca vieron la luz, cuentos que surgieron únicos, dibujados desde mi torpeza y escritos con el corazón. Versos de juventud, relatos con más deseo que habilidad, historias de madurez -aunque esto último lo diga el dni más que el cerebro...-. Siempre, al final, alguna de mis líneas les pertenece. A veces dudo de si lo saben o lo intuyen, pero yo siempre sé que son suyas. Estas también.

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