lunes, 12 de diciembre de 2011

ESA SENSACIÓN

Esa sensación de que la vida de cada cual es como un tren, del que constantemente suben o bajan personas nuevas u otras que un día se apearon y luego han regresado, ya es muy vieja, pero a mi sigue pareciéndome una buena metáfora.

También en la vida, como en el tren, se van sucediendo no sólo las caras, sino los paisajes, las estaciones y las estaciones meteorológicas, alternado los días felices y las noches insomnes, el frío de la soledad y el calor de los amigos, la pasión de los amantes y el dolor de las pérdidas.

No faltan tampoco los ratos de inmersión en la lectura, las cartas escritas mientras por el rabillo del ojo todo corre -lo dicho, como la vida misma-. Pero es este un tren con destino desconocido, del que incluso podemos caernos abruptamente si no nos aferramos a él con determinación, y ese desconocimiento de a donde nos lleva es lo que lo hace a veces terrible, pero es también lo que da intensidad a cada minuto en que somos capaces de permanecer, de continuar, de mirar hacia atrás sin demasiada angustia, mientras atropelladamente el futuro se nos viene encima. Por eso, cuando pienso en ello, en mi propio tren, querría colocar un inmenso cartel que todo el mundo pudiese leer: QUIEN QUIERA ACOMPAÑARME, QUE SUBA, PERO QUIEN DE VERDAD NO LE INTERESE QUE SE APEE y no pierda su tiempo ni me haga perder el mío, que, al fin y al cabo, es lo único que tengo para seguir tirando...

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