UNA ES QUIEN Y COMO ES

Está claro que una no puede "editarse" a si misma, más allá, tal vez, de algún sutil o menos sutil retoque fotográfico. Tampoco es fácil esconderse tras lo que una escribe, por más que se haga con cierta frecuencia y algún manejo de la metáfora. Entre líneas o en las propias líneas...una se delata, se trasparenta, se desnuda. Yo, desde luego, me siento mucho más desnuda cuando son mis palabras las que me visten, aunque sean torpes, imprecisas o afiladas como un bisturí.

Ahora, no, desde hace algún tiempo he decidido, además, defender mi inocencia, no la que me haría "no culpable", sino la que me acerque a la vida, como a los niños, sin prejuicios ni reparos de ningún tipo, aunque como no puedo obviar los años ni la memoria, es esta una inocencia con argumentos, consciente y decidida.

Lo que digo probablemente no concuerde con ningún diccionario ni con definición filosófica alguna, pero lo escribo desde la convicción más absoluta, por eso, en ejercicio de esa inocencia y asumiendo el riesgo a que la edad me obliga y que conlleva abrir en canal los sentimientos...me he acercado más a los que quiero y lo saben y también a quienes, quien, quiero especialmente y tal vez no lo sabía. El silencio, los eufemismos, la verdad apenas susurrada, la espera sin esperanza, la búsqueda de certezas en medio de un mar de dudas, el miedo a la pérdida o al fracaso, el temor a poner en manos ajenas lo más íntimo, al final sólo nos carga de cadenas, de lastres que el reloj llena de herrumbre y nos vuelve esclavos y tristes. Y a mi, francamente, no me da la gana y mucho menos en estos tiempos de tijeretazo y tentetieso, de caos y futuro incierto, que una ya no sabe si sus proyectos se irán por el desagüe por haberse equivocado o si serán otros quienes entierren sus sueños, o si una tormenta solar nos aislará  obligándonos a replantear aquello que creíamos conocido y dominado o si alguien nos quitará de en medio con un par de disparos a quemarropa...En fin, que una es quien y como es, con sus melancolía y su alegría, con dos amores por fortuna, un millón de palabras que barajar con más o menos acierto y todas las ganas, todas, de hacer camino sin más descanso que el absolutamente necesario y a quien le urgen algunas respuestas para no perder su finito y preciado tiempo.