viernes, 16 de septiembre de 2011

RENDIDA

Una mañana cualquiera, como esta, como tantas, con la desgana por vestido, la desesperanza como guía, la herida abierta y los pies de barro...hace difícil resistirse al calor de la cama. Cuesta encontrar motivos para abandonar el frágil refugio entre las sábanas y no rendirse al paso irremediable e irrecuperable del tiempo. Dejar que las horas se vayan desprendiendo del reloj, como las hojas caducas y ocres de este otoño que ya está llamando a todas las puertas y esperar a que la noche nos abrigue con su manto de estrellas, confiando en que el cruel Morfeo se apiade de este frágil animal cansado y nos acune en sus brazos esquivos, hasta que llegue otra mañana en que las fuerzas no flaqueen.

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