domingo, 30 de diciembre de 2012

PERDIDA Y REENCONTRADA

He olvidado en que momento de mi vida la perdí, porque simplemente un buen día ya no estaba. Sin embargo, con el correr del tiempo volví a encontrarla, cambiada, eso sí, pero tan  hermosa como la recordaba.

Inevitablemente la miraba con otros ojos, ya que los años habían hecho el trabajo que se esperaba de ellos, dándome más sensatez, más paciencia y más calma, pero aun así, la reconocí perfectamente, tan llena de vitalidad, tan inconsciente, tan inocente y tan feliz como entonces, así que, conocedora de lo poco que podría durarme esta segunda oportunidad, me lancé sin dudar, eufórica, desmedida, entregada, convencida...a disfrutarla.

Rodé por el suelo, hice cabriolas, ensucié mis manos con barro, corrí, me escondí, grité, reí, canté, lloré...como si fuese la primera vez, pero sabiendo que quizá fuese la última.

Una de las muchas maravillas de tener un hijo es esa, la posibilidad de retornar a la infancia y revivirla y yo lo he hecho, lo hago todavía, casi con la misma alegría que cuando era de verdad una niña, porque además sé que no habrá más opciones, que ellos, como yo en su momento, se levantarán una mañana sabiendo que han cruzado una frontera hacia la que ya no habrá retorno, pero confío en que, también como yo, si deciden tener sus propios hijos, vuelvan a la niñez y la disfruten.



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