jueves, 7 de julio de 2011

DE IDA Y VUELTA

Le dijo: “En sueños dibujo el perfil de tu rostro “. Pero como respuesta sólo escuchó la salobre brisa del mar.
Tomó su vieja esperanza, cuaderno, lápiz, unas latas de anestésico de lúpulo y malta, especial para el dolor que producen algunos silencios y sin más puso rumbo al este…acercándose al nacimiento del sol.
Su equipaje, como siempre, era ligero, suficiente. Normalmente no necesitaba demasiadas cosas: un poco de luz, los aromas familiares, agua en que zambullirse y aliviar su sed infinita y el tiempo pasando sin demasiados sobresaltos. Todo esto pesa tan poco, que el camino se hace casi sin sentir.
Después de varios amaneceres y algunas lunas, un atardecer miró hacia atrás observando la borrosa línea del horizonte y entendió que quizás era mejor volver, así que del mismo modo que sus pies la llevaron hasta allí, la trajeron de regreso a casa.
Cuando por fin se vio entre sus cosas, se sentó, abrió el ordenador y escribió :
“Ya sabes donde encontrarme. Un beso”.

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