jueves, 23 de febrero de 2012

COMIENZO, pág. 5

-Si?
-Buenos días, Ana. Te he despertado?
-No te preocupes, tenía que ponerme en marcha. Dime...
-Sigues con tu proyecto de la novela?
-Ya no es un proyecto,  he empezado hace unos días, aunque no sé muy bien a donde me llevará en realidad...
-Hummm, bueno, pero algo más podrás decirme..., algo para venderle tu idea a mi jefe...
-Pues no, todavía no. Te agradezco el interés, pero ya te dije cuando hablamos que esto no tiene fecha ni trama ni nada, es un sueño, nada más y si un día realmente toma forma...quizá volvamos a hablar de ello.
Oye, venga, que tengo que espabilarme. Te llamo esta noche o mañana...
-Ana...
-Quééééé....
-Cuándo volveremos a vernos?
-Paula, guapa, que no tengo la cabeza para tonterías.

Y colgó. 

En pocos minutos estaba lista para irse al trabajo, sin desayunar y corriendo hacia el garaje. 

Antes de poner en marcha el motor de su pequeño volkswagen,  revisó la agenda y arrancó pensando en Paula. Constante, a veces impaciente, siempre dispuesta Paula. Se conocían hacía mucho tiempo, compartían confidencias, risas, lágrimas, atracción...pero ella no acababa de decidirse, nunca encontraba el momento de pensar seriamente en ello...en lo que Paula esperaba y en lo que Paula le ofrecía. En el fondo era el miedo lo que la mantenía fría, el que la obligaba a estar siempre alerta y con la respuesta pronta para evitar tomar ninguna decisión. El miedo a enamorarse, a equivocarse, a no ser correspondida? Miedo a qué? Sacudió la cabeza enfadada, como si con esas sacudidas pudiera sacudirse también sus propias contradicciones...Me muero por abrazarte, pero salgo corriendo...Ahhhhh. Encendió la radio y las noticias la devolvieron bruscamente al caos diario, al caos y a la rutina.

Ana se aburría mortalmente en aquella oficina tan moderna, tan de diseño, tan inhumana y desempeñaba su labor con la más insoportable de las desganas, aunque sí le reconocía algunas ventajas: tenía un buen sueldo, sobre todo teniendo en cuenta los malos tiempos que corrían y además podía incluso escribir a ratos, desconectarse del monótono devenir de las horas. Eso pensaba cuando se le acercó su jefe.

-Ana, antes de irse, por favor, pásese por mi despacho para ultimar los detalles de su viaje,

A principios de año habían abierto su primera sucursal en Brasil, después de años dudando en lanzarse  a la aventura transoceánica, pero los nuevos aires de bonanza en el gigante americano terminaron por convencer a la cúpula del Banco y ella había desplegado todos sus argumentos y todo su currículum para hacerse oír . Tantos meses invertidos en el empeño y lo había olvidado, era incomprensible, pero nuevamente apareció el recuerdo de Paula. Pensó que sería bueno para ambas un tiempo de distancia, de no verse y reflexionar sobre sus sentimientos y sobre el deseo, que también estaba ahí, inevitablemente presente, pero ese pensamiento la llenó de angustia, así que con un sencillo gesto recuperó la pantalla donde Mario, sentado en el faro, la seguía esperando....





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