viernes, 17 de febrero de 2012

EL FINAL DE UN SUEÑO



(Nuestra hija recién nacida y sus manos..., en la terraza)

Mi casa, nuestra casa, pasará en pocos días, por la nula magia de una firma y un intercambio de dinero, a formar parte de la nebulosa de los recuerdos.

He revisado mentalmente las fotografías de sus rincones, mis dos hijos recién llegados a ella, los primeros gateos de Leire en la terraza, intentando comerse la menta de las macetas, las fiestas con los amigos o mi abuela Aurora dormitando al sol de mayo. Las noches con mi amor, charlando o queriéndonos o en silencio bajo las estrellas, por que sí, en nuestra casa, a pesar de ser Madrid, se veían las estrellas...y de ello pueden dar fe quienes compartieron tantas noches con nosotras.

Me acuerdo del placer de colocar cada cosa en su sitio, de la reforma que viví cada día amparada en un bastón, del buen sexo en el salón, en la cocina, en el baño, en la terraza o en la cama. No me olvido de las siestas, primero en pareja, luego en un trío, con la niña, sobre mi pecho y su cabeza siempre pegada a mi barbilla y al final, el cuarteto completo, en el sofá y en acoples imposibles.

Una se cree inmunizada de las propias emociones, pero no es cierto, aquí están de nuevo todas las sensaciones: su cálida piel al abrir los ojos cada mañana, su olor, su sabor, sus manos, su voz...su risa.
Los niños, las noches sin dormir, las angustias del trabajo, los paseos por la Dehesa de la Villa, la pequeña tienda de la plaza, el estanco, la droguería. Tomás, Carmen, Marisa, Raquel, Almudena, Eduardo, Daniel, Flora, Iria, Eva...La casa, nuestra casa.

El lunes, 20 de febrero, a las doce de la mañana, firmaremos el final de un sueño.

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