martes, 7 de febrero de 2012

CUMPLEAÑOS

Con las manos apoyadas en el lavabo y el agua corriendo, se observó en el espejo, como si no se reconociese y pensó: Treinta años hoy. Treinta años y todavía en el minúsculo apartamento de mamá, con una mierda de trabajo, siendo la única mujer y soportando cada jodida mañana el mismo estúpido comentario a la hora del café, "nena, qué mala cara tienes, cuánta falta te hace una buena p....".

Sintió como se le aflojaban las rodillas, como si fuese a caerse, cuando una voz la sacó bruscamente de aquella pesadilla:

- Laura, por dios, muévete o no llegarás al trabajo. Venga, yo te pongo el desayuno!

(Oh, no, siempre lo mismo)
- Mamá, para qué insistes, si sabes que no tomaré nada? Vuélvete a la cama.
Respondió haciendo un enorme esfuerzo por no gritar.

La voz de su madre se perdió en la cocina. Inútil, era absolutamente inútil cambiarla, así que cuando apareció vestida, con el abrigo y el bolso y el inevitable cigarrillo entre los dedos, se acercó, la besó en la mejilla y añadió el latiguillo habitual:

- Lo siento mamá, me voy ya o no llegaré.

Mientras cerraba la puerta de la casa, todavía la escuchó con su letanía, "siempre igual, siempre igual, esta chica se va sin desa..." Plom, Y se fue.

Después de comer en las cercanías de la fábrica, mientras volvía a su puesto fumando el mejor cigarrillo del día, sonó su móvil. Era su madre para felicitarla, que con el apuro de la mañana se le había olvidado.

- Gracias, mamá. No, no cenaré en casa. Sí, lo celebraré tomando algo con la gente de siempre.
Ah, mamá, si se hace tarde quizá se quede a dormir Lucía. No, mamá, dormirá conmigo, que ese sofá es mortal. Que no, no le importará. Vale, un beso, mamá, no me esperes despierta y por favor, por la mañana no olvides que es sábado y déjanos dormir...Adiós.

El resto del día transcurrió sin sobresaltos y la cita nocturna se resolvió como de costumbre, unas cañas, picoteo, regalos y unas copas en el pub de unos amigos, donde acabaron bailando hasta muy tarde. Al final se quedaron solas, Laura y Lucía, y como estaban muy cerca, regresaron caminando mientras casi amanecía.

Después de todo, no ha estado mal, pensó, introduciendo la llave en la cerradura. Entraron tan silenciosamente como les permitía el exceso de copas y una vez en la habitación, sin esperar casi a cerrar la puerta, se besaron desesperadamente.

Lucía, un poco mayor que ella y separada de su marido desde hacía tiempo, era su amante justo desde su anterior cumpleaños y nunca la había llevado a dormir a su casa. En realidad nadie había ido nunca a dormir allí. Con su madre siempre al acecho, era imposible tener un momento de intimidad, pero esta vez sí se animó, sin saber muy bien porqué.

Ver a su amante desnuda sobre su cama, por primera vez, le produjo un enorme placer. Se desnudó también ella, sin dejar de mirarla y se recostó a su lado. Milagrosamente fue capaz de olvidarse de todo y concentrarse exclusivamente en los besos y en las caricias de ambas. A horcajadas sobre Lucía, lamió su cuello, sus senos y su vientre. Descendió por sus caderas y entre sus muslos hundió la cabeza, justo en el instante en que la puerta de la habitación se abrió sin previo aviso...Su madre, con la boca abierta y los ojos como platos, las miraba atónita...

- Pero qué es esto, Laura? Qué haces?

Laura, increíblemente, no perdió la calma y sólo separó su rostro de su amante lo necesario para responder a su madre:

- Desayunando, mamá, por fin te he hecho caso. Y su madre se fue con un sonoro portazo.


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