viernes, 2 de noviembre de 2012

FASCINACIÓN

Hace días que pienso, entre preocupaciones y sobresaltos, en una vieja, muy vieja conversación, con alguien a quien amé profundamente, allá por los años noventa. Hablábamos entonces sobre la fascinación y recuerdo que yo le decía que no soy nada "fascinable"-perdón por la coz al diccionario-, lo cual sigue siendo verdad hasta hoy, pero no es menos verdad que cuando me ocurre lo hago hasta la médula, aunque no en el sentido de atracción irresistible (que dice la RAE, como una de sus definiciones), que también, pero puedo jurar que eso me ha pasado sólo en dos ocasiones en mi vida, afortunadas, por cierto. Pero a lo que iba, me cuesta sentirme impresionada hasta la fascinación, sin embargo me encanta cuando el azar pone en mi zigzagueante camino a alguien con quien vale la pena detenerse, escuchar, observar con atención, aprender...

En los últimos años, justo cuando más caótica, o no, caótica no, cuando más convulsa ha estado mi vida, se han cruzado en ella dos mujeres que despertaron esa fascinación casi olvidada. Una hace ya tiempo, bastante tiempo y que aunque no se ha perdido ni ella ni la atracción, esta última ha ido sufriendo serios vaivenes, no porque ahora sea ella menos interesante, por supuesto, pero las emociones, las impresiones que nos provocan o provocamos a otras personas requieren de ciertos esfuerzos, de ciertos cuidados, cuya ausencia reiterada acaban por minar el encanto inicial. No es que desaparezca, no, pero se diluye, se atempera y finalmente se marchita y se pierde. No ha ocurrido todavía, pero está en un delicado punto decadente, que espero que no vaya más allá.

Y ahora, ahora es otra mujer, otra historia, podía ser un hombre también, pero no es...y por si acaso aclaro que no hablo ni de sexo ni de amor, sino del placer de una charla en la que el reloj se olvida, las urgencias se olvidan, los desasosiegos se olvidan. Es la curiosidad por saber más, es que no me de pereza ni me incomode quedar en cualquier momento, es que me haga reflexionar sobre mi misma, es reconocerme en sus palabras y entender lo que me cuenta. Es aprender mil cosas que no sé, es encontrar puntos de contacto, es reír y sorprenderse. Y es también afecto y es ternura y es su mirada de mujer inteligente y sus despistes, con esa cabeza suya ten llena y tan fértil...En fin, fascinación en estado puro. Y lo dicho, me encanta.

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