sábado, 2 de febrero de 2013

LO QUE NO TIENE NOMBRE

En algún momento, quienes nos precedieron, pusieron nombre a las cosas, a las que se veían primero y a las que no después, lo cual no sé si fue tarea fácil, pero intuyo que no, aunque sólo sea por lo arduo que me resulta hacerlo a mi alguna vez, a pesar de que a mis torpes manos ya hayan llegado las palabras moldeadas con todos sus significados y todas sus letras.

Cuando la Vida, esa señora díscola, imprevisible, seductora, mudable, hermosa y cruel...nos sacude con alguno de sus vaivenes, poniendo patas arriba el orden duramente conseguido, ni los nombres resisten el envite. De repente ya nada es lo que fue, lo que creíamos que era. Es como estar en medio de un vendaval imposible, aferrándonos a lo que podemos, yo apenas con la yema de los dedos al único árbol cercano, a merced sólo de que inesperadamente el viento role o cese y pierda mi débil sustento. Otr@s son capaces de abrazarse y aferrarse con uñas y dientes al poste más seguro, esperando pacientes a que pase la tormenta, cerrando con fuerza los ojos mientras pasa sin casi rozarles...porque es cierto, a veces da taaaanto miedo!! Sin embargo, quienes nacemos con los ojos abiertos, casi incapaces de cerrarlos ante nada que pase a nuestro lado, el manejo de los hilos de esta señora siempre termina por ponernos a prueba, haciéndonos perder a menudo la poca sensatez de la que pudiésemos hacer gala.
Personalmente no me importa hacer un cierto ridículo, pero el dolor, propio o ajeno, sí que me importa. Y no hay placer que en algún momento no se enturbie con un pequeña herida -o no tan pequeña-, porque vivir es siempre una batalla, de decisión en decisión, del acierto al error o del error al acierto; siempre, inevitablemente, lastimamos y/o nos lastiman, unas veces profundamente y otras basta con lamerse y seguir peleando.

Medio me releo y me reconozco y me hago un ovillo en mi rincón, para luego casi agotada regresar al teclado...que hay vendaval, un fuerte vendaval haciendo aflojarse las raíces. Y no cierro los ojos, aunque me hiera todo lo que el viento arrastra en suspensión y sigo siendo capaz de verla, a la Vida juguetona, regalándome uno de sus guiños, sabiendo que sería más sencillo girar la cabeza o mirar al cielo, esperando por un tiempo más sereno. Pero no, ni sintiendo su furia haciendo jirones mi frágil abrigo ni viendo arremolinarse y perderse las palabras que me defienden ni siquiera con el dolor de todas las incertidumbres sacudiendo en la boca del estómago, ni así, señora, ni así, pase, róceme, sacúdame, déjeme sin habla, no siga de largo, ni aunque siquiera pueda nombrar lo que me ocurra.




No hay comentarios:

Publicar un comentario