lunes, 13 de junio de 2011

UN INSTANTE DE CÓLERA

Miró fijamente al ciego carcelero del tiempo, el que puntualmente le recuerda con su machacona voz , que otro día se ha ido y que el que está por venir a saber de qué vendrá preñado.
Miró su cara redonda, de expresión cambiante, tanto que de hecho. de un segundo a otro ya no es exactamente la misma. Le miró y exclamó con hastío:
-“ Pero qué harta estoy de escuchar tu terca y monótona melodía!”
El pálido carcelero -pálido ahora, por que en otro tiempo otros hubo con más color- casi ni se inmutó, apenas un rápido movimiento de sus escuálidos brazos, prácticamente imperceptible.
-“ Tac.”
-“Eso es todo lo que tienes qué decir?”. Se encolerizó y sintió ganas de lanzarle al suelo, hacerle añicos, pero, contra todo pronóstico, consiguió mantener la calma, después de todo de nada habría servido destrozarle, habida cuenta de que siempre vendría otro y aun no siendo así, hay miles, millones de ellos…por donde quiera que vayas, salvo tal vez en alguna tribu perdida, donde no haya llegado todavía ningún puñetero relojero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario