miércoles, 20 de marzo de 2013

DESESPERADAMENTE

Cuantas veces y cuanto empeño ponemos en alcanzar a solas la luna, en obviar le ley de la gravedad, saltar y salir volando sin más ayuda que nuestras torpes manos, cuando en realidad es todo mucho más sencillo.

Hago memoria -ejercicio saludable incluso aunque nos duela- y recuerdo una madrugada, compartiendo un primer vuelo, en que planeamos como pájaros sobre el sorprendente mar de nuestras ganas, tan a ras de agua que sus olas me salpicaron entera. Y otras noches en que perdí pie, cual juguete de papel, en que las misma manos impacientes me pusieron alas...una vez y otra vez y otra vez...hasta agotarme.

He ido y vuelto de la luna sin más oxígeno que el de una boca ni más abrigo que el de unos brazos e incluso me he sentado al borde de una nube escalando una sonrisa, no un día sino muchos. He viajado a lugares lejanos desde mi butaca de lectura a lomos de cien libros y he sido y dejado de ser mil y una noches. Me he llenado de vida y vaciado de dolor con la simple ayuda de un lápiz y un trozo de papel y he sido niña en sepia o blanco y negro, adolescente y mujer a todo color con solo cerrar los ojos una tarde de sol...Y esta noche, después de cargar horas a la espalda, pesadas como losas,  con la ayuda de mi memoria, siempre mi memoria,  he conseguido al menos restaurar la serenidad que se tambalea en una fina cuerda floja, pero al fin noto los pies en su lugar, avanzando hacia el otro extremo y aunque el abismo sigue ahí, mantengo el equilibrio.






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