viernes, 6 de mayo de 2011

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Como siempre que tiene ocasión, se los quitó y los dejó en su lugar, xq no es que siempre desee quitárselos, es que también detesta tropezarse con ellos por la casa…(“Con cordones o sin, de piel, textiles, altos, bajos, planos, con tacón, da lo mismo, pensados para aprisionar los pies y cuando los sacas, si no prestas atención…se convierten en trampas, siempre dispuestos a hacer que te estrelles contra la esquina de una mesa o que te tragues el pomo de una puerta. En fin, zapatos y demás parientes”. Pensó atropelladamente, aunque de estas conclusiones excluye siempre a las babuchas, que le encantan).
Felizmente descalza, también se despojó de las ataduras de la ropa, pero como todavía la temperatura no lo permite, se vistió con una vieja y holgada camisa de hombre, que cubre y abriga lo suficiente, sin privar de la comodidad necesaria para disfrutar de un buen rato de calma.
En su butaca preferida, junto a la ventana, con un libro de interesante título sobre el regazo (Las mujeres que escriben también son peligrosas), todavía se distrajo mirándose los pies descalzos y de repente se dio cuenta: Oh,no sé como son sus pies!. Conozco la caricia de su voz, el color de su risa y de sus ojos, el perfil de su nariz y la línea de sus labios…el contorno de su cuerpo, cambiante ahora, el compás de sus piernas …pero no sé como son sus pies…
Respiró profundamente y se dijo a si misma, en voz alta, “bueno otra cosa más que habrá que remediar”….y se zambulló en la lectura.

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