domingo, 1 de mayo de 2011

CON SU PERMISO SEÑOR ROUCO

(28 de febrero de 2011)

Lo mío debe de ser vicio, porque cuanto menos le gustan al jefe de la iglesia española, señor Rouco Varela, de Villalba él (Lugo), tierra de grandes próceres de la progresía de este país, por ejemplo el señor Fraga Iribarne,…perdón por divagar, digo que cuanto menos le gustan a este hombre las redes sociales…más me ponen a mí, poner de gustar y poner de excitar. Sospecho que la educación católica recibida en la infancia, no tanto en el entorno familiar como en la escuela, me estimula y predispone en favor de aquello que se postula en contra de sus recomendaciones –de más que dudosa inspiración divina-. No puedo evitarlo. Pero además., la razón me impele a creer que si ellos lo prohíben o intentan denostarlo…, ay, tiene que ser bueno y no puedo renunciar a ello….Está en mi naturaleza terrenal. Así que, si por algún oscuro motivo, he pensado en algún momento que las redes sociales e internet en general, pueden perjudicarme en uno u otro sentido, a partir de ya voy a hacerme una lista de beneficios y a defenderlos desde donde mejor puedo, o sea, mi perfil de Facebook, con su permiso o sin él, señor Rouco.
A bote pronto, y recurriendo a la propia experiencia, se me ocurre:
1- Que en momentos muy difíciles de mi vida personal, este medio tan terrible, ha servido para ponerme en contacto con viej@s amig@s , al tiempo que se fraguaban nuevas relaciones, que extrapoladas a la vida real, han dado lugar a amistades profundas, tanto en la confianza como en los afectos, ayudándome así a salir mucho antes del oscuro bache en que me encontraba.
2- Por no seguir sólo por la línea privada, es obvio que resultan –las redes sociales- una vía de información, conocimiento y debate muy interesante, también de mucha frivolidad y mucha tontería, pero eso compete más a la gestión de cada uno, que a algo inherente al sistema, vamos, como la vida misma. El libre albedrío, monseñor.
3- Punto de partida, inmediato y eficaz, para la unión de maravillosos soñadores que creen, todavía, en las revoluciones. Ver, señor Rouco, Egipto, sin ir más lejos…

En fin, esto de aperitivo, a la salud de la Conferencia Episcopal.
Y lo firma una mujer (menospreciada por su iglesia),
lesbiana (condenada por la misma),
casada (para su disgusto),
divorciada (en breve)
y madre de dos hijos, que en contra de lo que ustedes difunden falazmente, no van a ser homosexuales por ser mis hijos, sino por elección personal, libremente si así lo fuesen, lo cual sí podrán hacer precisamente por ser mis hijos y no los suyos.

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