miércoles, 11 de mayo de 2011

INESPERADO

Como un fantasma arrancado del pasado, me ha llegado la voz de un amor-amante-amigo estremeciéndome cuando escuché mi nombre y le reconocí.
Después de un saludo indescifrable pasaron unos interminables minutos en que no hicimos otra cosa que atropellarnos, menos mal que, como siempre, su templanza se impuso y tras recuperar ambos el aliento, me preguntó por mi familia, la que yo elegí y cuando le respondí simplemente con la verdad desnuda “ya no somos cuatro, sino tres y a quincenas alternas”…se hizo el silencio, un silencio denso, doloroso, insoportable..., Me mantuve pegada al auricular hasta oírle de nuevo, pero no fue su voz lo que escuché, sino su llanto. Estaba llorando!...y no supe que decir ni como darle consuelo. Sabía, sé, que lloraba por mi y por los pequeños, pero sobre todo por mi y probablemente por si mismo. Y al fin también a mi me vencieron las lágrimas.
No sé cuantos minutos pasarían, pero cuando nos repusimos y retomamos la conversación….tuve que aclararle que no lloraba por lo ocurrido, que afortunadamente cada vez son menos las ocasiones en que los recuerdos me hieren, que en realidad lo que me había conmovido profundamente era escucharle a él tan afectado, a lo cual respondió, ya casi riéndose, “Vamos, que casi no ha cambiado nada después de tantos años, tantos kilómetros y tantas ausencias, seguimos preocupándonos y sufriendo uno por el otro”….Y nos reímos juntos.
Nos despedimos deseándonos mutuamente la mejor de las suertes y haciéndonos la promesa habitual de no dejar que pase tanto tiempo sin hablarnos, sabiendo ambos que, otra vez, pasarán quizá años ignorando como nos va la vida, pero aun así, cuando volvamos a encontrarnos, nada habrá cambiado entre nosotros, porque nunca hemos dejado de querernos y, lo que es más importante, no hemos dejado de querernos bien, que no siempre ocurre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario