domingo, 1 de mayo de 2011

TRISTE FINAL, el de él

(15 de febrero de 2011)

Hay gestos que le delatan,
que dejan ver al animal herido
en que se ha convertido.
Hasta la voz,
tan dulce como fue,
es ahora una especie de gruñido,
de queja iracunda.
Apenas su mano le roza
-la de ella-
se revuelve defendiéndose
y su mirada,
-la de él-
entre la huída y la amenaza,
se clava hasta el fondo de su nuca.
La aparente concordia
es otro gesto forzado,
un ejercicio de obligada templanza,
que se tansforma en lágrimas
apenas baja la guarda
-la de él-.
Nadie
nunca
dijo que irse sería fácil.
Nunca
nadie
le dijo
que fuese a dolerle tanto.

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