jueves, 12 de mayo de 2011

CUENTO DE MEDIANOCHE

Hace calor y no puede dormirse. La mira con sus hermosos ojos –algo saltones, dice ella misma- y le pide que le cuente un cuento….La respuesta es una broma íntima…
-….un cuento para dormir niñas malas?
Ambas se ríen con ganas, pero es cierto, hace calor, demasiado calor para esta época y para su estado, así que, efectivamente algo habrá que hacer para dormirse.
-Tu tienes calor y yo tengo sed….espérame…
La escucha irse y regresar rápidamente acompañada de un curioso tintineo. Apagó la luz al volver a entrar y tan pronto los ojos se acostumbraron, la habitación se inundó de excitantes luces y sombras del exterior. Continuó vuelta de espaldas a la puerta y esperó a que se metiese de nuevo en la cama…
-shhhhhhh, no te muevas…
Y, claro, no se movió, simplemente siguió esperando hasta sentir su cuerpo rotundo acercarse y su aliento en la nuca. Al instante la estremeció el contacto suave y frío de un trozo de hielo en el cuello e inmediatamente la lengua de su amante, caliente, repitiendo el mismo recorrido, rescataba cada gota sobre su piel….Se paseó por su espalda sin prisa, bebiéndose vértebra a vértebra….hasta demorarse en el triángulo mágico entre sus nalgas.
Con todo el cuidado tiró de ella para tener a su antojo todas sus curvas…., tomó otro trozo de hielo y dejó que lo lamiese ávidamente antes de besarla como si jamás la hubiese besado antes, desesperadamente, apasionadamente…Serpenteó por su escote hasta sus senos, ahora algo más grandes y extremadamente sensibles…Encendió un fuego con su lengua en los pezones para luego apagarlo con el hielo y la escuchó gemir, entre el placer y un cierto gozoso dolor…para nuevamente darle el calor de su boca…
Acarició con ambas manos la curva generosa de su vientre, comprobando que la vida que se alojaba en él también les regalaba esa noche, como manteniéndose al margen, sin moverse, dejando que fueran sus agitados cuerpos quienes la acunasen….Lamió, besó, abrazó y sintió una profunda ternura y otra vez el aguijón del deseo le hizo recordar el hielo restante sobre la mesilla…Tomó el último trozo para alcanzar todos los recónditos pliegues del placer, todas los resbaladizos rincones de aquel cuerpo espléndido y tan vivo -doblemente vivo- y también se dejó acariciar y besar y abrazar y entrar y salir y lamer y morder….y gimieron y se quedaron a ratos sin aliento y por fin…se durmieron, con sus cuerpos cansados y húmedos, sus sexos exhaustos, casi anudadas y soñando otros cuentos y otras noches.

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